En estos dos años, la Organización Nacional de Familiares de los asesinados y víctimas de las masacres 2022 y 2023 (ONAFAMYVM) entendió que la lucha no solo es por quienes se fueron, sino también por quienes siguen aquí. Raúl y Milagros Samillán hicieron un espacio en su hogar para quienes necesitan exigir justicia y memoria. Dany Quispe se prometió a sí mismo que seguirá marchando por su hijo hasta que Dina esté presa. José Candia escribió una carta al cielo para su hermano. Juan Florez quiere filmar una película sobre su familia en memoria de Rosalino. Leydi Campos formó un grupo musical sanjuanero para seguir con el sueño de su esposo. Yovana Mendoza sostiene el dolor de una región golpeada históricamente por dictaduras. Los sobrinos de Jashmin Barra creen que su tío se ha vuelto una mariposa o paloma. Rosmery Montesinos siempre lleva una frase de Mario Benedetti para procesar el adiós a su esposo. Elizabeth Santisteban dice que su hermano siempre estaba del lado de quienes menos tienen.
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Los muertos no vuelven. Ya no hablan. Ya no cantan. Ya no curan. Ya no bailan. Ya no juegan fútbol. Ya no van al colegio. Ya no van a la universidad. Ya no van al trabajo. Ya no están aquí, pero les siguen llorando. Su papito. Su mamita. Sus hijitos. ¿Los muertos descansan? Si lloras por ellos dicen que no. Pero, ¿cómo se aguanta el dolor? ¿Cómo se detiene el caudal de un llanto? ¿cómo se aprieta el pecho sin que el corazón te duela? ¿cómo guardar las palabras sin que te duelan los labios? Aún no hay descanso eterno. Aún no. Los 50 están con nosotros. Presentes.
A dos años de la masacre del 09 de enero en Juliaca, en el distrito de San Miguel de la ciudad de Juliaca, en la provincia de San Román de la región de Puno, el párroco del templo Pueblo de Dios, Luis Zambrano, abrió la biblia y fijó su dedo en el capítulo 2 de San Mateo.
La primera parte narra la visita de los magos del oriente a Jerusalén para anunciar el nacimiento de Jesús, conocido como el rey de los judíos. Celoso del poder, el rey Herodes, aparentó querer adorar a aquel bebé, y quiso saber dónde se hallaba. Los magos le dijeron que en Belén de Judea.
La segunda parte trata sobre la locura e ira de Herodes al buscar a aquel niño con el objetivo de matarlo. Para intentar conseguirlo, asesinó a muchos niños menores de 2 años. Su fin era aferrarse al poder quitándole la vida a inocentes. Debajo de estas líneas, explica Zambrano, hay una profecía de Jeremías: Raquel que llora a sus hijos, y no quiso ser consolada, porque perecieron.
“Cuando escucho esa palabra, recuerdo las tantas veces que he estado con las mamás de los jóvenes asesinados, con las esposas, con las hijas. Hace poco me reuní con una de las madres y no paraba de llorar. ¿Qué le vamos a decir? ¿Que ya pasó? Es un dolor que no se apaga. Puede recibir consuelo si hay justicia por parte de fiscales, abogados y jueces, pero también encontrando y sancionando a los culpables. Cuando uno comete un delito tiene que pagar su culpa”, comenta el párroco iqueño que tiene más de 40 años en Puno.

Zambrano revisa más hojas de la biblia y recuerda el capítulo 20 de San Mateo para describir el régimen de Dina Boluarte: “Ustedes saben que los jefes de las naciones se portan como dueños de ellas y que los poderosos las oprimen. Entre ustedes no será así. O sea él nos enseñó a ejercer la autoridad como un servicio, no como un abuso”.
El 09 de enero de 2023, los miembros de la parroquia fueron a auxiliar a heridos de las protestas contra Dina Boluarte. Cuando las personas le agradecen por esa ayuda, Zambrano responde: «Yo hago lo que debo hacer. Hay una frase de Lucas, capítulo 17, en que Jesús dice: “Cuando hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado, decid: siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos”. Solo hicimos lo que teníamos que hacer. Así que no hay lugar para aplausos. Es nuestro deber, muchas veces doloroso y riesgoso”.
Raúl Samillán Sanga, presidente de la Organización Nacional de Familiares de los Asesinados y Víctimas de las Masacres 2022-2023 y hermano del fallecido biólogo y médico Marco Antonio Samillán, aún viste de negro, pero tiene momentos en donde puede sonreir y abrazar a quienes lo apoyan y sienten como él. Ha pasado un año, y está de pie, junto a sus hermanos: Milagros, Ysabel, Pedro, Vera, Edson y Juan.
Raúl ha sido uno de los rostros que ha liderado los actos conmemorativos por los mártires de Juliaca (09E), Ayapata (18E), Ituata (19E), Ilave (20E) y Huancané (15M): Nelson, Ruben, Giovani, Gabriel, Roger, Edgar, Reynaldo, Marco, Cristian, Eder, Franklin, Yamileth, Ever, Héctor, Elmer, Marcos, Eliot, Bryan, Isidro, Manuel, Sonia y Salomón. Por eso prestó su hogar para reunir a todos aquellos que necesiten esperanza y una constante búsqueda de eso que parece imposible aplicar en este país: justicia.

A unos metros de una roca sagrada y venerada por comerciantes juliaqueños, la puerta de la familia Samillán se abre en medio de tiendas de sastres. Allí dentro, hay un patio con las fotografías de los 50 civiles asesinados por proyectiles y bombas lacrimógenas de las fuerzas policiales y militares.
Antes de iniciar con las actos de memoria, Raúl lidera un pago a la tierra. Un vaso de cerveza rociada a la corteza terrestre desnuda. Una ciudadana dice que en cada casa de Puno se deja un espacio así, tierra santa, sin cemento ni mayólica, para la ofrenda a la Pachamama.
“Nosotros tenemos ritos heredados de nuestros antepasados. Tenemos que pedir permiso a nuestra madre tierra. Nosotros vivimos de lo que nos provee nuestra santa tierra, y es por eso que siempre hacemos rituales como el kintuchi o el challachi. Nosotros no somos dueños de esta tierra, somos inquilinos”, expresa Raúl, quien siempre habla del buen vivir por el que luchaban su hermano y las otras víctimas de Juliaca.
Las regiones se están encontrando y trabajan de manera articulada. “Somos hermanos porque llevamos el mismo dolor”, dice Raúl.
Son más de 700 días de lucha. Milagros Samillán, hermana de Raúl y Marco, dice que ha sido un proceso duro de aprendizaje, resistencia y mucha organización. “No es fácil juntar a las familias y llevarlas a Lima. No ha sido fácil poder tener un plato de comida o una frazada en las noches frías de la capital. Nos hemos acompañado colectivamente, como familiares y sobrevivientes.
Fotografías: Flor de milagros Núñez Chalco / Mataperrea
Milagros tuvo que salir de su casa, de su ciudad (Juliaca), para buscar más aliados y fortalecerse. El dolor, según la joven psicóloga, se ha tenido que transformar en inspiración para que la justicia no se vea tan lejana, como ocurre con otros tantos casos de violaciones de derechos humanos.
“He perdido amistades, y mi tranquilidad. Incluso mi vida sentimental también se ha perdido. Tengo que priorizar mi lucha y continuar. Incluso la misma seguridad ha cambiado. En esta ciudad tengo miedo de que pueda pasarme algo, porque hay un gobierno que nos tiene en la mira. Estando aquí en Lima quise creer que mi hermano seguía en casa, allá en Juliaca, pero cada vez que vuelvo a Juliaca, la realidad me vuelve a chocar. Pero estoy en ese proceso de seguir resistiendo.”, confiesa Milagros.
En la casa de los Samillán se comparte el pan y el queso, se comparte el café, se comparten las gaseosas, se comparte el dolor, se comparten las lágrimas y los recuerdos, se comparte el enojo, se comparte una sonrisa, se comparte la hoja de coca, se comparte el quechua y el aymara, se comparte una lucha.

En uno de esos momentos, Dany Quispe Rojas, campesino, papá del fallecido entrenador de fútbol Beckham Quispe Garfias y presidente de la Asociación de víctimas y agraviados de la represión en la protesta de Andahuaylas y Chincheros-Apurímac (AVARPACHA), abraza a Raúl.
El 11 de diciembre de 2023 y 2024, Dany, con la gorrita deportiva que lo caracteriza, junto a madres y padres de familia salieron a recorrer los mismos pasos que dieron sus hijos durante las protestas de fines del 2022. A unos metros del puente Colonial, caminaron por la avenida El Ejército, una zona concurrida para las protestas en Andahuaylas.
Luego subieron por el jirón Hugo Pesce, en donde se encuentra ubicado el Hospital que lleva el mismo nombre, y el cual se vio afectado en diciembre del 2022 por las bombas lacrimógenas que tiraba la policía. Llegaron hasta la plaza de armas para dar unas palabras por sus hijos: Denilson, David, Beckham, John, Wilfredo, Cristhian, Robert. Todos muchachos, entre ellos escolares, que apenas salían de la adolescencia.

“¿Quién no puede llorar mirando esas fotos? A veces llegamos a otro sitio y veo su foto. Estamos traumados. Indignados. Queremos justicia, vamos a trabajar hasta el último. Ahora estará en el poder Dina Boluarte, pero cuando va a cumplir su mandato, ahí va a caer, la estaremos esperando”, dice Dany, quien proviene de la comunidad de Yanayacu, en el distrito de Kiswará.
En eso coincide José Candia Guevara, quien escribió una carta en memoria de su hermano Remo Candia Guevara, presidente de la comunidad campesina Anansaya Urinsaya Ccollana en Anta, asesinado el 11 de enero de 2023 por una bala en el tórax durante la represión policial en la Av. 28 de Julio en Cusco.
“Carta al cielo”, fue el título que le colocó. “Te comento que tu vieja morada sigue igual. Mamá llora tu ausencia, igual que nosotros, tus hijos, esposa, tías, tíos, hermanos, hermanos, primos, primas, y tu pueblo que tanto querías”, redactó el hermano menor de Remo.
“El único delito que cometimos fue luchar contra este gobierno usurpador, que hasta ahora se sigue aprovechando de su cargo, asesinando a hijos del pueblo, mutilando nuestros bosques y regalando nuestros recursos a favor de empresas foráneas”, escribió José para Remo, ambos descendientes de dirigentes que acompañaron luchas campesinas como las del exguerrillero Hugo Blanco.

“Mientras estemos en vida seguiremos cultivando nuestras costumbres y tradiciones de nuestro pueblo y te llevaremos en nuestros corazones (…) Mientras esté en vida, seguiré tu camino, para frenar esta corrupción y buscaré, removiendo cielo y tierra, a los culpables de tu muerte. Me despido querido hermano Remo, con un abrazo hasta la gloria del señor”.
Ese mismo día, aquel 11 de enero de hace dos años, Rosalino Florez Valverde, un joven estudiante de gastronomía de 22 años, fue herido de gravedad por una ráfaga de más de 30 perdigones que salieron de la escopeta de Joe Erik Torres Lovon, suboficial de la Policía que en la actualidad se encuentra prófugo luego que la justicia le dictara 18 meses de prisión preventiva. Rosalino falleció el 21 de marzo.
Su hermano mayor, Juan Florez Valverde, tiene una frase que siempre lleva en su mente: “Habrán asesinado la rama, pero nunca matarán la raíz”. Cuando lo dice, hay firmeza, como cuando ratificó ser hijo de Túpac Amaru y nieto de un campesino que luchó contra gamonales, pero a la vez hay una aflicción en el tono de su voz.

“A veces no sé si dejarlo ir o aceptar que ha fallecido, hay momentos en que te preguntas, ¿dónde está? Quiero verlo. Son preguntas que no tienen respuestas. Es bien difícil”, explica el joven estudiante de diseño de interiores.
Juan se dedica al rubro de la construcción y cuando realiza algunas instalaciones en algún departamento, no puede evitar pensar en su hermano ya que él lo ayudaba con la gasfitería o la electricidad.
“A veces me digo, ¿por qué me preocupo por este país si ya perdí a mi hermano? La gente solo piensa en trabajar y trabajar, pero el dinero, el oro o la plata no nos va a salvar”, dice Juan, quien trata de enfocarse en la humanidad que tenía Rosalino frente a las cosas que no se mueven, pero que son parte de nosotros, como un parque, una casa, una habitación, la naturaleza, los lugares de este mundo que están cambiando constantemente.
Juan piensa en la historia de su familia y afirma que ha sido muy dura. Por esa razón, de vez en cuando, imagina los planos o las secuencias de una película o pequeños cortometrajes que narren la vida de su abuelo, su padre y su hermano. Es un proyecto que se ha prometido cumplir cuando acabe su carrera. Es una promesa del muchacho con sangre guerrera.
En la región de La Libertad, Leydi Campos Torres hizo suyo el sueño de su esposo Carlos Huamán Cabrera —joven cantante de Ilusión Sensual que falleció el 14 de diciembre de 2022 por la represión policial que acabó con su vida y con la del trabajador agrario Segundo Nixon Sánchez Huaynacari— y formó un grupo de música sanjuanera.

Tormenta de Corazón es el nombre de la agrupación que lidera Leydi. En diciembre del 2023 publicaron su primera canción en Youtube en memoria del día de la muerte de Carlos. En el videoclip de “Como duele tu partida” aparece ella y su hijo, quien a sus 8 años canta y aspira a ser tecladista a pesar de las dificultades económicas. “Mi hijo quiere seguir los pasos de su papá”, dice Leydi.
Carlos quería que lo entierren cantando y bailando. Leydi lo cumplió, pero aún mantiene sus prendas de vestir, sus zapatos y su guitarra. A veces usa sus polos para recordarlo. Para el segundo año, Leydi cantó en memoria de Carlos:
Amor, amor, por donde andarás
dejaste a mi corazón.
Por un caminito, yo andaré
haber si me encuentro
con mi amor.
Aún es difícil despedirse.
Yovana Mendoza, presidenta de la Asociación de Familiares de los Asesinados y Heridos del 15 de diciembre (ASFAH), sigue trabajando con la cúster que adquirió con su hermano, Jhon Mendoza Huarancca, asesinado durante la masacre que cometieron grupos militares y policiales en Ayacucho. El servicio de movilidad es el sustento de la familia de Yovana.
Fotografías: Flor de milagros Núñez Chalco / Mataperrea
Mientras se encarga de ver por el negocio de transporte, también se da espacio para seguir exigiendo justicia por Jhon y las otras víctimas del actual régimen. “Son dos años y no hay sentenciados ni presos. Así sean dos o más años, los familiares vamos a seguir buscando justicia. No solo por nosotros o por quienes fallecieron, sino también por todos los que vienen detrás de nosotros, por mis hijos, por mis nietos, por los hijos y nietos del pueblo”, comenta.
Yovana dice que la única forma de tener las garantías de que no se repita es metiendo presos a quienes han disparado y a quienes dieron las órdenes. “Así, ningún gobierno se atreverá a mandar a masacrar a su pueblo. Nos preguntan por qué seguimos en las calles, porque ya nos jodieron la vida, y no vamos a permitir que sigan jodiendo más vidas en el país”, afirma.
“¡Despierten!”, exclama Yovana. Es un grito que va hacia Lima, la capital del Perú, una ciudad que sigue demostrando ser pasiva frente a las injusticias que tienen que enfrentar las personas que viven en regiones o que viven en los conos, lugar con gran población migrante de diversas partes del país.
“Yo no puedo aceptar la muerte de mi esposo”, explica Ruth Bárcena, quien en enero de 2024 encaró a Dina Boluarte cuando participaba en la inauguración de una carretera en el distrito de Chiara, en la provincia de Huamanga.

Ruth se acercó y la miró a los ojos. La escolta de Dina y otras personas le exigían que se identificara. Ruth se presentó como la viuda de Leonardo Hancco y le dijo que necesitaba justicia. Dina Boluarte lanzaba caramelos y le mostraba una sonrisa retorcida, como si la hubiera practicado durante mucho tiempo dentro de las paredes de Palacio. En unos segundos también apareció Ilaria Aymé para reclamar justicia por su hijo Christopher Ramos, un adolescente de 15 años asesinado por una bala del Ejército en el corazón.
Ambas fueron agredidas por la escolta y personal de seguridad de Dina. En esa trifulca, Ilaria le jaló el cabello a Dina. Aquel acto fue celebrado por el Sur del país, que es de donde provienen la mayoría de fallecidos en las protestas. La discusión moral sobre golpear a un político se puso sobre la mesa, otra vez. No se había visto desde que le lanzaron un cono al excongresista fujimorista Carlos Tubino o cuando un joven estudiante le estampó un puñete al exparlamentario Ricardo Burga. Para unos lo que ocurrió en Chiara (Huamanga) estuvo mal, a otros les dio igual, pero para muchos fue la reivindicación del respeto de los pueblos originarios.
Si el régimen de Dina Boluarte tuviera un resquicio de respeto por la memoria de sus víctimas, sabría que en aquella carretera, a la altura del centro poblado de Minascucho, trabajaba el esposo de Ruth, trasladando a varios pasajeros.


“¡Quédate tú ahí!”, son tres palabras que se mantienen en la mente de Jashmin Barra Leiva. Son las últimas 12 letras que escuchó de su hermano Ronaldo Franly Barra Leiva, un joven de 22 años y exmilitar de la base militar Villa María de la selva central que fue asesinado el 16 de diciembre por un proyectil de arma de fuego en el estómago durante la represión policial y militar en el distrito de Pichanaki, en la provincia de Chanchamayo, región Junín. No participaba de las protestas.
Jashmin dice que son 9 hermanos, pero uno murió de enfermedad, eso puede aceptarlo, pero no acepta que a su hermano lo hayan matado vivo y sano. Ahora solo son siete. “Él me cuidó, ¿voy a quedarme a ver morir a todos mis hermanos o qué?”, se pregunta, pero sabe que no puede seguir esperando. “Él me dijo que me quedara, pero tengo que seguir luchando”, comenta.
Ronaldo era el más alegre de la familia. Los fines de semana animaba a todos a ir al río, al bosque, a la catarata o a la piscina. Pero ahora su voz ya no se escucha en la mesa de la sala, y los almuerzos o las cenas ya no son lo mismo, ya no hay una unidad, según su hermana mayor.
Jashmin dice que sus sobrinos extrañan a Ronaldo. “Cuando ven una paloma, me gritan tía Jas, tía Jas, llegó mi tío Ronaldo. ¿Dónde está?, les pregunto. La paloma, la paloma es, no la maten, dicen. Cuando ven una mariposa, me vuelven a gritar, tía Jas, tía Jas, vino mi tío Ronaldo, por favor no la maten, dicen, ellos alegres lo ven, ellos tienen seis años”.
Una de las sobrinas de Ronaldo se asusta cuando ve policías. Se pone a temblar y dice: “No mamita, nos van a matar como lo mataron a mi tío”. Toda la familia de Ronaldo suele asustarse cuando suena algún tipo de explosión como un cohete. “Recuerdan esos sonidos”, dice Jashmin.
Jashmin quiere que muchas personas no olviden que a su hermano lo intentaron desaparecer. La hermana del exsoldado cuenta que desde el hospital habían trasladado el cuerpo sin vida de Ronaldo en una camioneta sin placa que estaba estacionada en la comisaría de Ciudad Satélite (Perené). “Intentaron desaparecer, pero lo impedimos”, cuenta Jashmin.

Desde los 15 años, Jonathan Tello Claudio cocinaba caldo de gallina en el restaurante de su familia. Allí, practicaba para convertirse en chef. A su vez, era miembro de la iglesia pentecostal. Antes de vender un plato de sopa, oraba y luego saludaba a los clientes como si estuvieran entrando a su hogar. El 15 de diciembre de 2022 no participó de las protestas, pero le cayó una bala cuando intentaba ayudar dando agua a sus vecinos y vecinas que estaban asfixiados por los gases lacrimógenos de la represión de policías y soldados en el distrito de Pichanaki.
Su padre, Óscar González, salvó su cuerpo. Aquel día, descalzo, bajo una lluvia torrencial, cruzó una cortina de humo en donde se oían balas, perdigones y bombas que salían disparadas de las armas de los agentes del “orden”. Halló a su hijo y se subió a un auto para ir al hospital, pero antes debía cruzar el puente en donde ocurría el tiroteo. En la tolva, abrazó a su primogénito y alzaba su mano para que se detuviera la violencia, mientras que a su lado habían heridos que también pedían ayuda. Jonathan fue la primera víctima en la región de Junín.
En septiembre del año pasado, su padre gritó el nombre de su hijo en el Estadio de Pichanaki cuando Dina Boluarte culpó a las propias víctimas de las muertes en las protestas. “Presenté mi DNI. Callado pasé. Había carteles a favor de ella. Yo solito empecé a decirle ¡Dina asesina! Miré a los costados y nadie decía nada, inmediatamente los ternas me agarraron y me quisieron llevar a la comisaría, pero les dije: ¿qué harías tú? ¿qué sentirías si matan a tu mamá? Solo me botaron del estadio”. Su madre, por su lado, aún piensa que sigue con vida. Es difícil para ambos, pero se sostienen como dos ramas entrelazadas.
La familia de Jonathan no ha podido vender sus ollas y sus cuchillos. “No se lo daré a nadie”, dice su padre. Han intentado reabrir el negocio, pero ha sido difícil. Los clientes les dicen: “Vecina, vecino, a nuestro caldero nadie lo iguala, lo hacía bien agradable”. Muchos fueron al restaurante para llorar su muerte.
Elizabeth Santisteban dice que Víctor estaba en contra de las injusticias y siempre estaba del lado de quien menos tenía. Así era desde muy joven. En cambio su padre, era un abogado de derecha, un aprista a morir. Por eso le puso a sus hijos los nombres de líderes de aquel partido político. Por eso Víctor se llamaba como el fundador del APRA. Ambos, hijo y padre, tenían ideales distintos. “Él veía lo que nosotros no veíamos”, cuenta su hermana.
El padre de Víctor vio la otra cara de la moneda, según Elizabeth. Cuando se enteraron de su asesinato, el letrado que está por cumplir 80 años asumió la defensa legal de su hijo ya que no tenían los recursos para costear un abogado particular. A pesar de no aceptar su muerte, fue a las diligencias, revisó las fotos y videos durante horas.

El padre de Víctor dice que está muerto en vida, pero pide tener vida hasta que el asesino de su hijo esté tras las rejas. “Todo esto le ha chocado”, dice Elizabeth. Ahora su padre ya no va a las diligencias por salud mental. Tampoco está muy enterado del caso.
Elizabeth es madre y dejó su trabajo como docente de educación inicial para acudir a las diligencias del caso de su hermano. Ahora decora fiestas infantiles de vecinos y amistades y en las tardes da clases de reforzamiento de escritura y lectura.
“Sabemos que el camino es tedioso, porque nos enfrentamos a poderosos. Que sea hasta donde Dios nos de vida. Si no hay justicia, siempre estaré al frente, saliendo a dar mi voz de protesta”, relata Elizabeth.
Rosmery Montesinos dice que ha podido alejar los pensamientos negativos con ayuda psicológica y gracias al apoyo de sus hermanas. “Mi noche más tranquila fue cuando acepté que ya no había nada por hacer y decidí soltarte”, es una de las frases del escritor Mario Benedetti que siempre lleva consigo.
“Lo he extrañado mucho, pero he podido estar más tranquila cuando acepté la muerte de mi finado”, explica la esposa de Xavier Candamo, minero artesanal de Iquitos asesinado durante la represión policial en la región de Arequipa.
Como los demás familiares, sigue buscando justicia. Rosmery no ha podido participar en las movilizaciones ya que en estos momentos está optando por cuidar su salud mental y prefiere estar más tranquila con su hija.

Sin embargo, tiene palabras contra Boluarte y sus cómplices: “Como persona, no tengo comentarios positivos, sino negativos. No tiene corazón. No piensa en las demás personas. Solo piensa en ella, hace lo que quiere, no solo con los deudos, sino con todo el país”, afirma.
Diferentes abogados y abogadas están defendiendo a los familiares de las víctimas de Dina, entre ellos, César Quispe, abogado de la Universidad del Altiplano nacido en la comunidad Upina del distrito de Ituata en la provincia de Carabaya en la región de Puno.
“Toda mi vida me he dedicado a defender los derechos humanos”, indica César Quispe. A los cinco años decidió involucrarse en la defensa legal cuando observó que los miembros de su comunidad eran violentados y humillados por mistis (terratenientes).
La primera vez que ejerció como hombre de leyes fue en el 2003. “Acompañé a nuestros hermanos que fueron acribillados por las fuerzas militares y sobre todo de la Marina en Puno, donde fue asesinado, Edy Quilca Cruz. Incluso yo compuse una canción”, explica el letrado comprometido con las causas sociales.
Según el abogado puneño, el gran reto que ha tenido que enfrentar en el caso de las masacres que cometió el régimen de Dina Boluarte ha sido el choque entre la justicia ordinaria y la justicia del sur andino. “En Puno existe el chaninchay y el chuyanchay, que son principios elementales del derecho propio para resolver los conflictos, incluso para combatir la delincuencia”, menciona.

Sin embargo, el homicidio es un delito grave para la justicia originaria. “Cuando alguien mata en la comunidad, inmediatamente es sancionado. Hay experiencias donde las rondas campesinas capturan al asesino”, explica. Sin embargo, en la justicia ordinaria este proceso puede tardar días o semanas para conocer una sentencia.
“Cuando hay asesinato, como el que ha ocurrido en la masacre del año pasado, es realmente chocante, por eso es que la gente se ha organizado y está tan firme en la búsqueda de justicia. No solamente aquí en el país, sino haciendo uso de los mecanismos internacionales”, detalla Quispe.
Las familias de las víctimas y los heridos sobrevivientes esperan que no se les olvide y que quienes los acompañaron desde un inicio sigan junto a ellos para que la justicia tardía no sea una maldición que les caiga sobre los hombros, como sucede con tantas otras tantas esperas que parecen eternas.
“Nuestra lucha tiene que ser más fuerte. No nos podemos paralizar. No sé si mi vida ha cambiado para bien o mal, pero tengo la convicción de seguir exigiendo justicia. He aprendido que mi dolor no puede dejarme rendida en una cama, tiene que movilizarme hacia una justicia social para todos”, expresa Milagros Samillán.

Anotaciones
-A pesar de la indiferencia de la prensa corporativa y la dictadura actual, las graves violaciones de derechos humanos cometidas en las regiones han sido registradas por diversos medios de regiones, alternativos, e independientes, y documentadas en Human Rights Watch (HRW), Amnistía Internacional y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
-Desde que se iniciaron las investigaciones, han habido cambios de fiscales, trasladaron las carpetas que contienen los casos a Lima y hubo limitaciones de carácter logístico en las investigaciones como en el proceso de los peritajes. Los abogados mencionan que todas esas acciones tienen el objetivo de dilatar, obstruir y buscar impunidad.
-Actualmente la cadena de mando está siendo investigada por el Equipo Especial de Fiscales para casos con víctimas durante las protestas sociales (EFICAVIP). La actual Fiscal de la Nación Delia Espinoza se comprometió en agilizar las investigaciones, seguir la denuncia constitucional contra Dina Boluarte y dar acompañamiento psicológico presencial para las familias de los deudos a través del Programa de Protección y Asistencia a Víctimas y Testigos (UDAVIT). Sin embargo, algunos sobrevivientes indican que la Fiscalía no los está ayudando como debería ser.
Fotografías: Flor de milagros Núñez Chalco
Texto/Entrevistas: Jair Sarmiento Aquino y Carolina Morales Esteban
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